domingo, 10 de marzo de 2013

Síganme los buenos

Chavez se murió. Y esto ha hecho que yo quiera cerrar de una vez por todas mi Facebook. Finalmente, después de meses de manipulaciones, mentiras y declaraciones absurdas por parte del gobierno y de la oposición, tuvieron que admitir que el hombre estaba muerto. Sorprendentemente, antes que Fidel. Pero el hecho es que los meses de incertidumbres y apuestas se terminaron. Este acontecimiento, uno de los más importantes de la política venezolana en los últimos quince años, ha generado una ola de comentarios, chistes y quejas en las redes sociales impresionante. Por un lado, hay un grupo que lo celebra. La muerte del caudillo, del dictador, la ausencia absoluta. Por el otro, hay un grupo que no lo celebra (al menos no públicamente), y critica a quienes lo hacen. Y finalmente, hay un grupo que lo llora como si fuese un familiar.

Nunca he sido de llorar figuras públicas. Me parece que no tiene sentido. Por ejemplo cuando se murió Lady Di, la gente estaba enternecida y llorando a moco tendido frente a los televisores. Yo no. Ni un poquito de lástima me dió, la verdad, porque estoy segura de que a pesar de la quejadera, esa mujer tuvo una mejor vida que la que tienen millones de personas sobre este planeta, y si no lloro cada vez que un niñito se muere de hambre, o que un viejito sin familia se muere de frío y soledad en la calle, menos voy a llorar por una princesa inglesa que decidió hacer de su vida un infierno.

Sin embargo, y creyente siempre del "vive y deja vivir", no voy a ir a gritarle a todos los que la lloraron. Es como ir a gritarles a todos los que no comparten las creencias religosas personales. Si alguien cree que Dios es una mujer vestida de uniforme Nazi con un bigotito que le habla desde el cielo, o que Dios está en todas las cosas, o que los santos no se deben venerar, o que hay que correr desnudos por la selva y tener sexo hasta con los venados, eso no es problema mío, mientras no se metan conmigo. Lo único que me reservo es el derecho de mantenerlos o no en mi círculo de amistades: es mi derecho absoluto.

Por eso me cuesta tanto entender la insistencia de todos los venezolanos en censurar la opinión de los demás. ¿Es que acaso ya nadie cree en la libertad de expresión? ¿Será que nos acostumbramos tanto a la represión que ya forma parte de nuestra vida diaria? Por un lado, los chavistas exigen respeto por su líder. Un hombre que nunca respetó a nadie, que insultó a líderes de otros países públicamente, que ha insultado a todos los empresarios del país, que ha difamado a los dirigentes políticos que se le oponen, y que todos los días venía con un nuevo epíteto despectivo para la clase media. Por quince años todos los que se le oponen fueron tratados como basura por su propio presidente. Yo me pregunto: ¿y qué esperaban sus seguidores al final de todo esto? ¿por qué alguien habría respetar la muerte de un individuo que jamás mostró el más mínimo respeto por nadie, incluyendo su propia vida? Sin entrar en detalles, me voy a ir a lo básico: yo dudo que las malcriaditas hijas de Chavez, (es decir, "su familia")  las de las fotos con bolsas inmensas de sus compras en sus viajes por Estados Unidos y por Europa, las que posan desnudas para sus amigos frente a los patrimonios culturales de La Casona, lloren y respeten a cada uno de los familiares de los miles de asesinados por el hampa durante su mandato. Dudo que su hijito, a quien yo misma vi una vez en una gasolinera de Las Mercedes en un Ferrari con una guaya de oro del tamaño de mi brazo alrededor del cuello, piense en los familiares de los presos políticos que aún esperan sus juicios.

Por el otro lado, la oposición  nuevamente se divide. Unos celebran abiertamente, como yo. Otros, lo celebran privadamente y sin comentarios de ningún tipo. Y un tercer grupo se dedica a creerse mejores que los demás y a exigir respeto por el fallecido. Por razones totalmente distintas a los seguidores del régimen, pero llegando a la misma conclusión por un camino tortuoso y sucio.

Las reacciones de todos los bandos en las redes sociales han sido en su mayoría terribles. He visto encendidas discusiones en los inocentes muros de Facebook que con frecuencia terminan con alguien bloqueado (o goomfeado, como se dice ahora, por el "Get Out of My Facebook"), con gente borrada de la lista de contactos del teléfono, simplemente porque que unos se creen mejores que otros y no aceptan opiniones distintas a la propia. Los comentarios de los expatriados son en su mayoría lamentables. Los comentarios de los chavistas dan mucha tristeza, porque se lee solo resentimiento y odio. Los comentarios de la oposición dan lástima, por la cantidad de contradicciones y odio. (El único lugar común del venezolano es ese, por lo visto). A un amigo le ofrecieron "culebra y coñazos", y lo insultaron con la siguiente perla: "tu madre como a buen hijo único te inoculó el germen de la superación personal".

El mismo día de la muerte de Chavez se corrió un rumor acerca de la muerte de Roberto Gómez Bolaños, el cual luego fue desmentido. Menos mal, porque yo creo que del destino fatal que espera a Venezuela, solo nos salva el Chapulín Colorado.