miércoles, 22 de septiembre de 2010

Mujer de poca fe

Francamente, ya no se de qué escribir.

Tengo una sequía literaria que ya va para un año. Y hoy quise volver a postear algo y me encontré con que no tengo absolutamente nada que decir. Lo cual es bueno y es malo. Es bueno porque usualmente escribía para quejarme. Es malo porque cuando uno deja de quejarse, es porque tal vez dejó de luchar.

Algo de eso me pasó. La última vez que escribí, lo que recibí fue un palo de agua de ironías. "Bueno pero si tanto te molesta por qué no te buscas a un gestor". "Bueno pero lo que haces es quejarte del tráfico, por qué no te mudas de trabajo". "Bueno pero si te fastidia tanto por qué no te cambias de banco".

Esa inversión de los papeles, típica de los locales, me desanimó un poco en mi ánimo por querer llamar la atención sobre los problemas que nos están matando a todos de desidia y de abandono social.

Por otro lado, esa invasión extraterrestre de pancarticas rojas, de leyes y normativas recién salidas del horno, Sudeban agazapado esperando para lanzarnos un zarpazo en los momentos más inesperados, Cadivi jugando con nuestras ya debilitadas psiques, los ministros que se mueren y reviven a cada rato, y Lindsey Lohan entrando y saliendo de la cárcel, es una cacofonía espantosa que nos está volviendo locos a todos, y nos pone a correr de un lado al otro como gallinas descabezadas, comprando bonos, vendiéndolos a la media hora, corriendo pal banco porque y que lo intervienen mañana, persiguiendo una botellita de Whisky como si fuera Indiana Jones tras el Santo Grial, cazando el azúcar y el café y el arroz y la leche y el chocolate delight por todos lados, saltando de farmacia en farmacia porque esa medicina horrorosa que me tengo que tomar todos los días hasta que me muera, ya no la traen.

Estarán pensando: "mujer de poca fe, si todo esto se ha de arreglar pronto, el 26 son las elecciones y los vamos a barrer". Es que yo creo que me cansé de esperar ese golpe de estado que me rumorearon tantísimas veces. Me cansé de no comer pan Bimbo, de estar presa en mis tres municipios, de no asustarme cuando veo un muerto o escucho tiros. Me cansé de no poder planificar, de no saber qué voy a hacer el próximo año, el próximo mes, o mañana. Me cansé de ir a votar con la chuletica de mierda que redactaron los políticos de pacotilla que han hecho el ridículo en 10 años consecutivos de elecciones. Me harté de hacer cola. Cola para comer, cola para sacar mi dinero del banco, cola para comprar un carro, cola para un préstamo, cola para llegar a mi casa, cola para que me dejen viajar, cola para votar. Cola cola cola. Sigo pensando que la cola es una estrategia del gobierno para que los venezolanos no tengamos energía para patalear. Y creo que les está funcionando, porque como comemos mierda!

En estas elecciones voy a ir a votar. No me malinterpreten: no creo en las elecciones desde hace muchos años. Soy una agnóstica electoral. Sin embargo, nunca he dejado de votar, incluso fui miembro de mesa una vez, experiencia que me dejó marcada para toda la vida, y que supongo que es comparable a ser veterano de la guerra en Irak. Esto lo hago porque sencillamente, no me aguanto la ladilla opositora que se me va a venir encima si se me ocurre faltar en una noche tan linda como esa, la noche en que ninguno de nosotros podría triunfar. Pero en verdad esa es la única razón: creo que después de las elecciones estamos fritos ganemos o perdamos, porque si ganan ellos, al día siguiente al hombre se le empiezan a derramar leyes y decretos por todos lados, y si pierden ellos, la retaliación es aún peor, y se derraman leyes y decretos, pero esta vez con arrechera. En cualquier caso, y pase lo que pase, al días siguiente la oposición no hace nada sino chillar como cochinos "trampa" "fraude" "son unos chimbos vale cónchale", y quedamos en las mismas, un poco más jodidos, más pobres y más domados. Cuentan con mi voto, que como para mi no vale nada, pues lo entrego obedientemente sin chistar mucho todos los últimos trimestres del año.

Aunque ahora que lo pienso, el hecho de que me esté quejando de que no me dejan ni quejarme, me indica de alguna manera que todavía me quedan fuerzas para patalear... aunque sea bajito.