domingo, 27 de enero de 2008

El Facebook de Chavez



Lo hice yo... Recomiendo que lo guarden en el desktop y lo abran con el Explorador porque si no no se lee muy bien. Enjoy!

martes, 22 de enero de 2008

Ranas a fuego lento

Prefacio.
Había una vez una rana que saltó dentro de una sartén. La sartén estaba completamente fría, ya que acababa de ser puesta al fuego. Otra rana le gritó desde el piso: "Rana, cuidado con la sartén que te vas a quemar", ya que en una ocasión previa, había caído sobre una sartén caliente. La Rana que estaba dentro de la sartén le dijo: "No seas exagerada, no está nada caliente". Y se quedó quietecita. El sartén se fue calentando muy lentamente, y eventualmente la raná se murió quemada. (Fue un desastre despegarla luego de la sartén).

Emigrar o no emigrar. Esa es la pregunta.

Comencemos por definir a un emigrante. Según la Real Academia Española, un emigrante es "una persona que se traslada de su propio país a otro, generalmente con el fin de trabajar en él de manera estable o temporal".

El asunto es que psicológicamente, la emigración no significa irse del país, significa irse de la patria. Veamos entonces la definición de patria: "Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos", o "Lugar, ciudad o país en que se ha nacido".

Si nos aferramos a la segunda definición, la más simplista de las dos, la patria es producto de la casualidad. Desde ese punto de vista, alejarse del punto donde uno nació no debería significar más que un mero movimiento geográfico. Sin embargo, si uno nació en el Amazonas y se viene a vivir a Caracas, no se vuelve antipatriótico ya que sigue dentro del mismo país, aunque la familia, la forma de vida y las costumbres estén lejos. Por lo tanto, la definición que realmente nos interesa es la primera.

Digamos que usted es venezolano. Nació y creció aquí, de padres venezolanos de pura cepa, se desayuna una arepa todos los días, come casabe en el almuerzo y de merienda come Galleta María mojada en cocacola. Ahí tiene los vínculos jurídicos (por la partida de nacimiento y el montón de deudas), los históricos (por el montón de familia que tiene que visitar todos los fines de semana), y evidentemente, los sentimentales (porque ama su arepa). Si usted se levanta todos los días, y sale a esa rutina diaria de trabajo contento (no digamos que va con una sonrisa en la cola, porque entonces lo que está es loco), y cuando llega a su casa está satisfecho de su día, y sus problemas son los problemas cotidianos de la vida que usted escogió, supongo que emigrar no será en lo absoluto una alternativa lógica para usted.

En la Venezuela de hoy en día, los problemas cotidianos de otrora han quedado descartados. Atrás quedaron los días en los que uno se preocupaba por nimiedades como su profesión, comprarse una mejor casa o un mejor carro, reunir para el viajecito de diciembre, remodelar ese bañito que tanto le disgusta. Antes la gente veía el pronóstico del tiempo antes de salir para decidir si se llevaba el paraguas. Ahora, hay que ver todo el noticiero para ver si se sale. Los continuos sobresaltos mantienen a todo el mundo estresado, saca la plata de aquí métela allá cambia a dólares pide un adelanto de la quincena compra los dólares de CADIVI ah no ya los quitaron devuelvela compra carne que se acaba haz la cola no dejes que te quiten la leche operativo para la cédula corre el pasaporte vale más que tu vida huevos corre amamos a la guerrilla guerra con Colombia...

Ahora, evaluemos el ineludible componente socio-político de este asunto.

Llegamos a Chávez y sus seguidores. Durante 10 años, los chavistas han sido consecuentes en su adoración por el presidente y sus políticas populistas/socialistas (yo lo abreviaría en pupulistas, pero esa es solo mi opinión). Con la excepción del Chávez radicalísimo del año pasado, del comunista acérrimo que apareció de pronto, la mayoría de los venezolanos están bastante satisfechos con la gestión de su presidente, aún después de los 10 años tan terribles que hemos vivido.

Luego tenemos a la oposición, que tiene curitas en los ojos y alcohol bajo las fosas nasales para no oler el desastre escatológico que implica tener una mayoría chavista en el país. Y para colmo de males, como oposición demócrata que son, están obligados a aceptar esa mayoría, aunque no se quieran dar cuenta.

He de confesar que hasta el año pasado yo tenía mis curitas, pero que en las elecciones me las arrancaron tan duro que perdí la mitad de mis pestañas, y ahora soy de la oposición, pero finalmente reconocí que el resto del país también tiene derecho a decidir su propio destino, para lo cual cito a El Bosco en su elocuente cuadro "El Jardín Las Delicias":



En consecuencia, me veo enfrentada con la pregunta: me quedo aquí para llegar a ser una rana bien cocida en un futuro no muy lejano, o me voy mientras sigo siendo rana término-medio?


Hace diez años en Venezuela había algo que no existe hoy: el derecho a decidir. Antes uno podía decidir cuando y como viajar. Donde invertir su dinero. Cuando hacer mercado y donde. Uno podía planificar el próximo año. Uno podía buscar trabajo en la industria petrolera. Uno podía trabajar en el gobierno sin implicaciones morales. Uno podía ver Radio Rochela. Antes, uno trabajaba y ahorraba muchísimo, y se compraba una casa aunque no tuvieras nada antes. Podías ir al centro a comprar las cosas más baratas. Se podía tener un negocio en San Cristóbal, sin pagar vacuna. O uno en Caracas, sin tener la certeza del secuestro. Se podía mandar a los hijos al colegio en paz. Antes se podía tener los vidrios del carro abajo de vez en cuando. Se podía hacer una empresa con cualquier fin, y no solo con un "fin social", y nadie te la podía quitar solo por que sí.

Poco a poco, hemos perdido estos derechos. Lentamente, nos han ido achicharrando de tal manera, que hasta nos parece bien que hayan quitado los dólares de las tarjetas de crédito, "porque la gente estaba abusando". ¿Vale recordarles que ese dinero es suyo y que usted debería tener el derecho de hacer con su dinero lo que le da la gana? ¿Hay que quitar todos los semáforos porque algunos se comen la luz?

Pues bien, ahí acaba mi dilema. Porque cuando salgo toda estresada del trabajo, cansada con ganas de irme a mi casa, y me tengo que enfrentar con la evolución nacional, cuando tengo que agarrar el doble de cola que antes porque algún desgraciado mandó a quitar el pico y placa, cuando la misma minoría me mira con odio porque quiero cruzar en mi semáforo, y cuando llego al supermercado y no hay leche, huevos, carne, pollo, cereal, mostaza, etc., y para más ñapa prendo la televisión y el individuo en cuestión está haciendo nuevamente el ridículo internacional, no estoy satisfecha, ni contenta, ni remotamente esperanzada, ni orgullosa de mi patria, ni nada por el estilo. Y de paso no puedo viajar. No puedo comprar nada porque no hay nada. No puedo ni salir de noche porque me pueden asesinar brutalmente. Ni salir a comer porque la inflación es espectacular. Y cuando pienso que es a propósito, y que la gente mal que bien, lo aprueba, me siento tan ajena a todo esto como una rana extraterrestre.

Se rompieron los vínculos.

Yo quiero hacer todas esas cosas que hacía antes y más, pero soy la minoría, y como dice el dicho: o me monto o me encaramo. Y como yo, primero muerta que socialista, me voy al primer imperio que me acepte.

domingo, 20 de enero de 2008

La Reivindicación de la Generación X

Suelo escuchar, entre los representantes políticos y en los medios de comunicación, que lo que está sucediendo en Venezuela es culpa de todos. También lo dicen algunos de mis profesores del postgrado, algunos de mis tíos y conocidos, y algunos de mis amigos también comparten esta noción.

Yo no estoy de acuerdo. Esto que está pasando, culpa mía, no es.

Le explico por qué.

No me estoy lavando las manos ni nada por el estilo, muy al contrario: suelo responsabilizarme de mis errores y trato de emprender las acciones correctivas inmediatamente. Aquellos que han trabajado comigo pueden dar fe que no suelo detenerme en buscar culpables, más bien mi reacción inmediata es buscar soluciones. Claro, es importante eventualmente buscar y ubicar culpables, pero más que para aplicar castigos, para aplicar correctivos, no vaya a ser cosa que el error se nos repita todos los días.

Cuando aquello de los 40 años de democracia y corrupción y los 80 del ta'barato dame dos, yo (y mi generación, la llamada por la de nuestros padres "Generación X"), o no habíamos nacido, o éramos unos muchachitos.

Ahí acaba mi explicación.

Es decir: cuando los venezolanos andaban parrandeando en los Miamis y en las Europas, conocidísimos en todo el resto del mundo por su inagotable capacidad de gastar dinero, gracias a esta bonanza petrolera que fue y sigue siendo nuestra perdición, la descomposición social del país ya había comenzado. El desorden, la corrupción, la falta de amor por las leyes, ya habían arrancado y de qué manera. Claro, yo sí lo recuerdo: nunca entendí muy bien por qué un Toronto no me dejaba ver mis comiquitas en las tardes si ya había hecho mi tarea, (Luis Herrera hacía interminables cadenas presidenciales con una frecuencia insoportable), y pensaba que el cuento Manzanita, de Julio Garmendia, era una historia de la vida real. (Las manzanas que se conseguían en aquella época eran pequeñitas y superácidas, ya que habían impuesto restricciones a la importación y no se conseguían manzanas grandes en ningún lado. El cuento comenzaba: "Cuando llegaron las grandes y sonrosadas manzanas del norte, la manzanita criolla se sintió perdida...")
Ahora, de los efectos sobre las restricciones al libre comercio sobre la industria nacional, no había nada en mi pequeña cabecita de 6 años. Yo solo quería mis comiquitas, y lamentablemente, no tenía interés sobre temas sociales y de radicalización de la corrupción, ni nada por el estilo. Llámenme fatua si quieren, pero yo lo que quería era saber si Candy se iba a casar con Terry o no.

Avancemos un poco más y lleguemos a los años de adolescencia: durante mis años de primaria y secundaria puedo recordar tres eventos fueron de vital trascendencia para el país. El Caracazo, el primer golpe de estado, y un poco más adelante, el segundo. Aunque confieso que no entendí su significado hasta mucho más adelante, pues en aquellos años en el colegio nos estaban hablando de Sucre, de Bóves, haciéndonos memorizar fechas patrias y nombres de próceres, más que explicándonos la trascendencia de sus actos. Del Caracazo, la verdad, casi ni me enteré. Supongo que mis padres decidieron protegerme del horror que se vivió en aquella época en la ciudad. Nunca interpreté el golpe de estado como algo más que un suceso aterrorizante que nos tuvo en vilo por muchos días. La caída del gobierno de Carlos Andrés Pérez fue otro suceso que viví sin realmente captar sus implicaciones. No voy a tratar de convencer a nadie de que a los quince años yo estaba en capacidad de hacer la evaluación financiera de la situación y de llegar a la conclusión de Carlos Andrés estaba tomando el camino correcto, y mucho menos voy a pretender que pude haberle hecho recomendaciones para que la población aceptara sus cambios. Aunque, francamente, de haberlo entendido y de haber hecho las recomendaciones, dudo que alguien me hubiera tomado en serio.

Una vez en la universidad, ya más crecidita y un poco dueña de mis acciones y opiniones, puedo decir con mi conciencia limpia que al adquirir mis primeras nociones políticas, económicas y sociales, he hecho los aportes que me corresponden a la sociedad que me ha tocado. Yo he votado consistentemente en contra de Chávez desde la primera oportunidad. Asistí a mítines, escuché a los candidatos, leí la información disponible (en las últimas 18 elecciones que han habido), marché, hice campaña, videos subersivos, fui miembro de mesa, lloré, grité, y hasta arriesgué mi propio pellejo por este país.

Por las razones antes expuestas, insisto en decir que lo que está pasando en la actualidad no es mi culpa.

Nosotros llegamos cuando el mal estaba hecho. A nosotros nos están entregando esto, que es como una casa en la que hubo una gran fiesta donde todo el mundo bebió y se emborrachó, donde los muebles y los adornos fueron destrozados, tumbaron las lámparas, rayaron el parquet del piso, arrancaron las cortinas y las llenaron de vino tinto, se comieron toda la comida y se fueron. Y ahora, a nosotros, que la verdad tuvimos una infancia de lo más linda y ahora somos unos adultos bastante presionados y un poco traumatizados, nos queda la bonita perspectiva de lavar el vómito de las paredes y de quitar la comida pisoteada con una espátula pequeña. Eso si: de ladito y callados, ya que nuestros mayores no quieren perder su protagonismo y quieren salir más adelante diciendo que gracias a ellos la casa quedó muy limpia.

Y ya que la cosa es así, pues bueno, habrá que limpiar. Eso si: al César lo que es del César. Si nosotros somos la Generación X, la anterior es la Generación Nula.

Y si después de haber leído todos mis argumentos usted sigue pensando que es mi culpa, yo le voy a hablar en sus propios términos para ver si me termina de entender.
No es mi culpa: es culpa de mis hijos. Los que no he tenido, pero que cuando los tenga, y crezcan y sean adultos, les podré decir, así como usted a mi: "hijo, este desastre de país que te heredo, es culpa tuya".

jueves, 17 de enero de 2008

Hombrillo darwiniano, o la Evolución Patriótica

Definición
Antes que nada, es preciso definir el hombrillo venezolano. En este país, querido lector inexistente, la palabra hombrillo se refiere al canal auxiliar que existe en algunas autopistas y carreteras.
Sin embargo, producto de la evolución psicológica de los venezolanos, esta definición se ha ido ampliando hasta adoptar diversas y originales formas, y aparecen hombrillos en los sitios más inesperados.

Origen del hombrillo en Venezuela
Producto de nuestra idiosincracia del más "Vivo", el primer hombrillo venezolano se creó cuando el primer funcionario público exigió la "habilitación" de un documento, y el ciudadano voluntariamente se la pagó. De la misma vertiente viene el "yo no voy a ser el más pendejo", cuando los demás ciudadanos automáticamente pagaban la habilitación para evitar hacer la cola.
Curiosamente, todos terminaban haciendo la misma cola, pero ahora tenían que pagar.

Evolución del hombrillo
La larga sucesión de gobiernos populistas y sin continuidad alguna propició la evolución de la simbología hombrillística. Los subsidios a la población, presentes en nuestra dieta diaria, fueron el ingrediente perfecto para sazonar ese sabroso guiso de la corrupción nacional. En una ocasión escuché a una mujer decir, en una entrevista en el noticiero del mediodía, que "llevaba 15 años damnificada". El hombrillo de la vivienda: en 15 años ella no había hecho absolutamente nada por su propio bienestar, y seguía esperando que el Gobierno viniera a entregarle las llaves de su nuevo rancho.
A este hombrillo se le fueron sumando otros igual de destacados y pintorescos. Como por ejemplo la felicidad de los empresarios nacionales ante las protecciones a la industria nacional durante 15 años: ya sus empresas no tenían que ser competitivas, pues la población estaba obligada a adquirir sus productos deficientes ante la falta de opciones.
El hombrillo más importante dentro del recorrido histórico de la Venezuela moderna está constituido por el denominado movimiento chavista. Chavez y su ideología sintetizan perfectamente el concepto del hombrillo nacional. Como ejemplo fácil tenemos a las Misiones: hombrillo en efectivo. Aunque no lo crea, en la modernidad del realismo mágico venezolano actual es casi imposible conseguir personal poco calificado (domésticas, manicuristas, cajeras, etc.) ya que estas chicas y chicos optaron por inscribirse en cualquier misión y dejar de trabajar. (En vez de inscribirse en una misión y trabajar, para mejorar su calidad de vida).

Durante estos años se ha observado un perfeccionamiento nunca antes visto de los hombrillos burocráticos: ahora hay que pagar para tener derecho a hacer la cola. Si no me cree, vea en los clasificados de los viernes como hay personas que ofrecen sus servicios para obtenerle una planilla de CADIVI o una cita para sacarse el pasaporte.

Y como los venezolanos aprendemos del ejemplo y contamos con un alto sentido del patriotismo, nos hemos convertido en fans del hombrillo, sublimándolo a tal extremo que en ocasiones, la gente crea el hombrillo donde es físicamente imposible. Se usa para todo: en la familia, en el trabajo, en la política, para citar solo algunos ejemplos. Sin embargo, los venezolanos hemos defendido nuestro orgullo patrio y hemos mantenido y mejorado nuestra actitud hombrillística-automovilística.

El hombrillo de la autopista es el ejemplo más bonito de nuestra soberanía nacional: todos, sin distingo de educación, clase, afiliación política, ideología o religión, usan el hombrillo apenas sienten el resquemor de una cola. Sin darse cuenta que este acto es el que va a formar una verdadera cola en algunos minutos, se puede observar los vehículos como se lanzan en un bonito ballet acelerando como cochinos salvajes en una verde pradera. En ocasiones he visto a estos flamantes cochinillos pasar por el hombrillo entre los conos que colocan los fiscales para evitarlo, resplandecientes en su movimiento ondulante, demostrando una pericia incomparable. Ni hablar de los hombrillos creados en las bifurcaciones! Ese triángulo blanco, símbolo inequívoco de la cultura nacional, es la síntesis de todas las estrellas de nuestra bandera: ¿quien no se llena de orgullo patrio ante tal espectáculo?. Y todo aquel que haga cola para comprar algo, entrar a un evento, o más bien: todos los que esperamos nuestro turno, nos vemos enfrentados con la idiosincracia del hombrillo como si golpeáramos la cabeza contra un muro de hielo.

A veces, este lado del muro, es muy solo. Nadie quiere a los apátridas.

miércoles, 16 de enero de 2008

Y quien lo iba a pensar...

Para aquellos que nunca han venido a Caracas, o que tienen tiempo que no vienen, la situación con respecto a la seguridad aquí se ha vuelto todo un tema de conversación. Dado que nadie se ha ocupado de esto en los últimos 10 años, y que además el gobierno ha eliminado el cumplimiento de toda norma (con excepción de las relacionadas con pagos de impuesto y control cambiario!) el hampa común y no tan común aquí es parte del paisaje.

Las terribles colas de la autopista, por ejemplo, son un sitio perfecto para que cualquier malandro te despoje de tus bienes: celular, anillos, relojes, portátil... cualquier cosa que quede a la vista en el carro. Mis condolencias a los fumadores: ya ni siquiera tienen el consuelo de fumarse su cigarrito con tranquilidad en el medio de una cola de dos horas porque no se pueden bajar los vidrios sin arriesgar la salud.

Una vez en la zona fresa de la ciudad de Guatemala, en un restaurante muy elegante, me amarraron la cartera a la silla con un tie-rack. Mi cara de perplejidad fue contestada por una sonrisa del mesonero: "es para que no le lleven la cartera, señorita". En Ciudad de México me aconsejaron que mantuviera mi cartera frente a mi todo el tiempo, ya que es común que te la rajen con una navaja y te saquen hasta una foto. En Colombia los problemas son de otra índole, pero hay ciertas zonas (en el sur de Bogotá, por ejemplo, bien al sur) donde instintivamente uno se cruza la cartera y le pone una mano encima.

Curiosamente, habiendo estado en tantas ciudades latinoamericanas de mala fama, y siendo habitante de la de peor fama, la primera vez que me robaron la cartera fue en Madrid.

Saliendo de una tarde de cultura, de curiosear entre magníficas obras de arte, en el museo Reina Sofía, con un frío divino, nos fuimos a tomar un café en el archiconocido Starbucks que está atrás frente a la plaza. Entre una cosa y otra, el primer mundo y tal, la civilización, mira que ordenado es todo aquí, que linda es la gente y que amables son, mira que ya son las 6 de la tarde y aún nadie me ha gritado, etc etc, resulta que puse mi cartera en el respaldar de la silla, (afortunadamente, tenía monedero en la mano), y automáticamente, producto de mi prolongado entrenamiento paranoico de vivir en Caracas y trabajar en el CCCT, pensé: "hmmm, no debería poner la cartera aquí, me la pueden robar". Y una vocecita aguda e ingenua respondió, con acento ibérico: "hala, es solo un momentito mientras ponemos el café en la mesa y le echamos azúcar, total, aquí todo es taaaaan lindo"...

Y zuazzz, el baño de agua helada de la realidad apagó para siempre la vocecita ingenua madrileña, ya que terminé en una comisaría declarando a las 8 de la noche, y tuve que dedicar una mañana a hacer una cola larguísima en el consulado venezolano para poder salir de España.

Esto pasó en el primer día de mis vacaciones. Francamente hubiera preferido que no pasara, ya que ahora me enfrento con un largo año para tratar de volver a maniobrar el pasaporte, sin embargo, tengo que admitir que me puso en perspectiva durante todo el resto del viaje.

Y con todo y eso, la última noche, cuando nos fuimos de la Plaza del Sol a dormir al hotel para tomar el vuelo a Caracas al día siguiente, me monté llorando en el metro porque no me quería ir...

martes, 15 de enero de 2008

Primer blog, primera entrada

Esta es mi primera incursión en el mundo de los blogs. Realmente no entiendo muy bien el concepto, nunca leo blogs así que no me imagino que alguien en su sano juicio vaya a leer el mío. No se como buscar blogs relacionados con mis intereses, pero supongo que ya aprenderé como todo.

En este blog pienso narrar todas mis experiencias como futura emigrante. En este momento somos pichones, Victor y yo, (Victor es mi esposo, querido lector inexistente), pero eventualmente dejaremos de serlo.