martes, 24 de junio de 2014

Dame uno de queso primero!

Para el que no lo sepa, pastelero es el término peyorativo que los moralmente superiores le dan a todo aquel criollo que decida apoyar, de alguna manera, un club diferente a los venezolanos. 

Hechos:

- Durante el mundial, todo el mundo sabe de fútbol.

- La moda de amar con pasión y locura a la vinotinto es relativamente nueva, pero ahora resulta que tooooodo el mundo usó un babero vinotinto hace más de treinta años. 

- No hay venezolano contemporáneo que no se sienta infinitamente mejor a los demás porque es más y mejor venezolano, lo que sea que eso signifique. Que en este caso aparentemente es apoyar a la inexistente selección venezolana que ni siquiera está participando en el evento. 

- Como la vinotinto no está en el mundial y hay problemas muy graves en el planeta, ningún venezolano (y según algunos extremistas, nadie en el mundo) puede ver el futbol y sentirse bien consigo mismo.

- Los problemas del país son en esta ocasión achacados al fútbol, convenientemente para los políticos quienes de alguna manera siempre terminan lavándose las manos y nada es culpa de ellos. Esto es válido para la mayoría de los países, especialmente los de tendencias izquierdistas, muy especialmente para los regímenes totalitarios y más especialmente todavía para los que promueven el odio al "imperio".

- No hay venezolano que pueda mencionar en voz alta el nombre de un país extranjero bajo ningún contexto sin ser inmediatamente acusado de apátrida, ridículo, absurdo o traidor. O de recibir una explicación al caletre de cuarto grado de como los venezolanos son mejores, de como nuestra tierra es la más hermosa, de como nuestras mujeres son las más bellas, de como nuestra gente es la más amable, y de como somos el país más rico del mundo porque tenemos oro, diamantes, montañas, selvas, playas, estimados pasajeros estamos vendiendo bolígrafos por 2000 bsf, son 2000 bsf que no enriquecen ni empobrecen a nadie...

- La selección nacional es una mierda no porque proviene de un país sumido en problemas, miseria, hampa, y corrupción con un gobierno dictatorial. No porque las empresas o los inversionistas privados se encuentran con cualquier cantidad de dificultades operativas y legales que les imposibilita cualquier incursión en el medio. No porque exista una total falta de infraestructura para promover el deporte. No porque el gobierno está enterrado y embarrando todo lo que existe entre el cielo y la tierra. No porque la corrupción tenga el sistema viciado. No porque hayan intereses personales y monetarios que no son precisamente los intereses de la selección. Sino porque los "pasteleros" escogieron otra selección para seguir, ya que UNA VEZ MAS, los venezolanos no tenemos representación en el mundial. O porque los "pasteleros" siguen las ligas europeas, esas que tienen casi un siglo de existencia, y se emocionan con ese equipo al que apoyan desde niños, en vista de la virtual ausencia del fúbol nacional en un país con una cultura eminentemente beisbolística. 

Frases memorables, de un solo día de discusión:

"el argumento contra el pastelerismo es bien sencillo, y capaz sólo se comprendería en toda su dimensión cuando se ha vivido el fútbol desde adentro. Ser pastelero es una forma de traición". (en referencia a un mundial en el que Venezuela no está participando).

"para mi las caravanas, las previas ridículas de maracuchos con camisas de Holanda y las pasiones desmedidas son cuestiones que sobrepasan el borde de lo entendible, son traiciones futbolísticas, y eso no es tan fácil de perdonar." (Hablando de todos los mundiales anteriores, en los que Venezuela tampoco participó. Y haciendo alusión a como un maracucho pastelero es aún peor que un caraqueño pastelero).

"el fútbol es una cuestión de identidad, para los que realmente lo llevamos bien dentro, no es una vaina que pasa cada cuatro años, ni lejos de las fronteras." (Explicando como el fútbol solo puede ser visto si uno se atiene a un concepto personal y cerrado que corresponda exactamente con el de esta persona).

"lo doloroso que es ver cómo la gente prefiere invertir en una camiseta del Real Madrid antes que una del Caracas FC (mi equipo) o cualquier otro equipo de la liga, cómo pagan una millonada en Directv para ver esos partidos pero no pagan una entrada para ir al Olímpico, entrada que ayudaría a mejorar el estadio y las ligas infantiles del equipo, lo que llevaría a tener mejores jugadores venezolanos que nos representaran en torneos internacionales como la ya nombrada Libertadores o el mundial jugando con la Vinotinto" (Explicación inocente de como el fútbol no tiene su base en el dinero sino en el amor verdadero).

"en otras partes donde realmente se vive el fútbol - no hablo de USA porque es reciente, pero Europa o el resto de América Latina - a las personas NO se les OCURRE ir a otra selección que la suya" (Haciendo referencia a aquellos países que tienen casi cien años con representación en el mundial y cuya situación no se compara en absoluto a la nuestra).

" el pastelerismo, me parece lamentable, un poco tonto y me da pena ajena" 

Puedo seguir, pero creo que el punto ya está hecho.

El nacionalismo es una idea política poderosa: justifica y de fuerza a toda una serie de acciones y emociones individuales y colectivas que pueden llegar a adquirir importancia, pero como dice Savater, el nacionalismo en general es imbecilizador, ya que atonta y se usa como razón para los más viles insultos. Este término pastelero viene acuñado por los promotores del mismo nacionalismo absurdo que tiene adormecida a la nación desde hace diez años. Y no olvidemos: algunos de los peores dictadores del mundo, incluyendo al nuestro, fueron fuertes promotores de esta ideología. Un poco de análisis en lo que decimos no está de más. Sobre todo cuando estamos gritando como locos que queremos libertad, que queremos expresarnos, que no queremos dictaduras, y que queremos decidir nuestros destinos.

Y lo lamento, pero yo amo demasiado a mi país para ser nacionalista.






viernes, 13 de junio de 2014

A veces extraño las flores del Avila

Tengo siglos que no escribo. A veces me pregunto si es que ya no tengo nada que decir. Otras veces pienso que más bien tengo demasiado que decir. Tampoco tengo mucho tiempo disponible, y en mi caso el proceso de escribir es incluso más lento que el de dibujar, y odio escribir por compromiso. Finalmente me doy cuenta de que quiero decir un montón de cosas, pero que me he autoimpuesto una censura fastidiosísima producto de las ladillisimas discusiones en el fb. Para lo cual asumo que alguien lee esta vaina, y una vez que establezco que eso es paja, que ya ni mi mamá le para bolas, termino admitiendo que esto no es más que hablar sola en el metro, y una vez más soy capaz de escribir lo que me da la gana.

Entonces, como me iba diciendo...

En estos días el tema de la emigración venezolana está nuevamente de moda. La historia se repite, una y otra vez, como decía Ursula en 100 años de soledad. Cada cierto tiempo ocurre algo en Venezuela que levanta las expectativas y esperanzas de la gente, para luego disolverse en la rutina y el conformismo llegando misteriosamente a un estado aún peor que el inicial. Justo después de la aparatosa caída la gente vuelve a abordar el tema de la inmigración furiosamente, los blogs de emigrantes se llenan de comentarios, y las historias de fracasos son repetidas una y otra vez hasta convertirse en leyendas urbanas. Rara vez se comparten las de éxito. Pienso que es la gente, asustada ante la perspectiva cada vez más cercana y real de que esta será la única opción para una vida relativamente normal, dándose palmadas en sus propias espaldas y auto convenciéndose de que los que se fueron pasan tanto trabajo como nosotros.

Bueno, probablemente si, y en muchos quizás más. Pa'qué voy a decir que no si si. Acaso será mentira que aquel día en el que la temperatura bajó 10º sin avisar y que el bus nos dejó botados en el medio de la nada a las doce de la noche yo cerré los ojos y me pregunté que qué coño hago aquí. O que suspiro enfáticamente extrañando mi carro con aire acondicionado mientras me monto en el bendito tren sin ningún tipo de ventilación a 36ºC. 

A estas alturas del camino ya estoy absolutamente segura de que emigrar no es para todo el mundo, y francamente, ya hasta dejé de recomendarlo. Uno se encuentra con demasiados sinsabores en el destino. Trancas burocráticas que ni siquiera te podías imaginar al planificar. Dificultades con el idioma, y ya ni siquiera estamos hablando de saber o no hablarlo, es simplemente esa imposibilidad de ser naturalmente graciosos o irónicos en un idioma nuevo, o de poder captar sutilezas que cambian por completo el significado. Y yo que hablo con 80% de ironías, no se imaginan lo silenciosa que me he vuelto. A veces lo intento, o sea, hablar, pero después de dos o tres miradas de evidente perplejidad, desisto, y digo que nada, que qué bonito tu dibujo, qué te parece el mío. Más de una sutileza me ha dejado con los crespos hechos sumida en una complicación totalmente innecesaria, en un estado de confusión absoluta, que un tiempo después, y usualmente por alguna casualidad, se aclara y es seguido por un largo Oh y una mentada de madre con epicentro en el hígado.

Hay todavía un montón de misterios que no hemos podido resolver. La basura es uno, por ejemplo. No se imaginan la cantidad de dificultades que hemos tenido con ese bendito asunto. Parece bastante simple para el ojo no entrenado: vidrio por un lado, plástico por el otro, papel y cartón, orgánicos, y finalmente, todo lo demás que no es reciclable. Primer día: cartón de pizza en "todo lo demás" porque tiene restos de comida. Me lo devuelven, porque es cartón. Lo pongo en cartón, y me lo devuelven, porque tiene grasa. Conclusión: lo pongo desmenuzado en una bolsa negra para que dejen de joder. La comida del gato viene en unas latitas que usualmente quedan con unas partículas de comida y un poco del líquido. En un día y medio esa lata huele peor que un muerto de una semana. Los del aseo me reclaman porque la basura huele mal, así que debe contener orgánico y que orgánico va en otra bolsa. Finjo demencia y los ignoro: no pienso fregar latas de comida de gato usada. Esta última semana boté algunas pinturas de uña en la basura, y al día siguiente las conseguí delicadamente organizadas frente a la puerta. Estaban dentro de una bolsa que tenía desde papel toilette hasta polvo de la aspiradora. Desde ese día me atormentan las dudas y las preguntas. Finalmente opté por contrabandearlas una por una en cada bolsita, discretamente escondidas dentro de otra cosa, como si yo fuera un preso abriendo un hueco en mi celda y ahora tengo que botar la arena por los pasillos. Tengo que admitir también que mi internet del primer mundo es más bien como que del segundo mundo, ya que a los italianos esto de la tecnología aún no les entra muy bien, y más es el tiempo que paso haciendo reload que el que paso navegando, aúnque en el papelito digan 20 mb y se pague una barbaridad en la cuenta. Nada que hacer para mejorar, por cierto. El cambio se pierde en un laberinto dantesco de papeles así que resignadamente, vuelvo a darle F5 y cada cierto tiempo, exploto en una nube combinada de insultos en italiano y en venezolano a los dioses del internet. 

La cuestion del clima, que ya he mencionado un montón de veces, es uno de los temas que más le cuestan a los emigrantes. Por ejemplo, yo pensaba que la primavera era esta época bellisima de colores y alegría, flores y niñas en columpios por doquier, donde todo es como CSI Miami: dorado, hermoso y obvio. Lo único obvio es la puta alergia que tengo desde hace un mes, que me tiene mareada a punta de antialérgicos y de estornudar 150 veces en un día. El polen viaja en bolas del tamaño de un puño, es visible, está ahí, no es un mito aceptado como el de las flores del Avila: lo puedes ver como llega a tu cara y explota en un billón de partículas compuestas de lágrimas y mocos. Me pica el cerebro por dentro, me arde la garganta, los ojos me lloran continuamente, y yo me asomo y miro desolada por la ventana como absolutamente todas las casas del mundo están forradas de unos arbustos bellísimos de florecitas blancas que huelen a arena de gato y están acabando con mis vías respiratorias. Y ojo: yo soy una persona alérgica por definición, pero esto no tiene precedentes.

Y ahora viene el verano, con sus aterradoras ráfagas de calor mortal con nombre y apellido. El primer verano nos agarró mal preparados y mi computadora se derritió. Este año ya pasó Cíclope, uno de los anticiclones africanos con nombre más ridículo hasta el momento (Nerón fue mucho más decente, vamos) y nos llegó hasta 36º, una tontería, estoy clara, comparado con lo que viene más adelante. Lo único que me consuela es que todas y cada una de las nefastas florecitas blancas sufriran una muerte lenta y cruel bajo el sol inclemente del infernal verano romano.

Para concluir, estos y muchos otros detalles hacen que la vida del emigrante no sea fácil. Y que la gente tenga razón al decir que no se van a ir de su maravilloso país a pasar trabajo en otra parte. Sin embargo, si en el momento en el que yo me monté en el avión hubiera sabido todo lo que iba a pasar al llegar aquí, igualmente me hubiera montado. Porque pasar trabajo por pasar trabajo no es mi hobby, y la diferencia radica, principalmente, en que afuera uno tiene por lo menos un chance de mejorar la situación después de un tiempo, lo cual es diagonalmente opuesto a lo que pasa en Venezuela desde hace más de diez años, donde el estatus quo se ha deteriorado constantemente, y en donde las personas se han ido acostumbrado a una serie de barbaridades impensables, pero que de tanto verlas se han ido filtrando dentro de la rutina y ya nadie sabe ni se interesa por el nombre del último muchachito que mataron el las protestas, porque ay mija, es que son tantos que no hay quien pueda acordarse 

O si no, levanten la mano aquellos cuya situación es mejor ahora que hace dos años. O hace un año. O hace seis meses.

lunes, 24 de marzo de 2014

Doblepensar en Venezuela

El gobierno venezolano se ha dedicado una vez más a satanizar las acciones de sus opositores hasta el punto en el que ni ellos mismos saben que pensar. El chavismo ha ido perfeccionando sus tácticas de división a medida que pasa el tiempo. Al principio era sencillo: chavistas y opositores. Luego, chavistas, opositores, ni-nis. Luego, chavistas radicales, chavistas light, ni-nis, opositores, opositores radicales. En este momento tenemos: colectivos, chavistas radicales, chavistas light, enchufados, boliricos, maduristas, post ni-nis, opositores, opositores radicales, caprilistas, mariacorinistas, leopoldistas, estudiantes guarimberos, estudiantes no-guarimberos. Es como doblar un papel por la mitad indefinidamente. En unos meses supongo que habrán tantos grupos como habitantes en Venezuela.

Y mientras la gente trata de decidir en qué bando está, o dedica parte de su tiempo a analizar y a criticar a los otros bandos, el país se va desbaratando. Que si eres chavista o post ni-ni, poco importa: el látigo de la inflación te come el sueldo inexorablemente. Que si estás de acuerdo o no con las guarimbas, no va a cambiar el hecho de que igualito te sale un paquete de jabón semanal y tus dos o tres horas de cola en el supermercado, sea mercal o Gamma de La Tahona. Que si te gusta más el estilo blandengue de Capriles, el estilo mártir de Leopoldo o las ocho bolas que dicen que tiene María Corina, no hace ninguna diferencia a la hora de que te peguen un tiro para robarte el celular o la miserable quincena de este mes. 

Una de las cosas que he notado con más fuerza en los últimos dos años es como la gente termina repitiendo lo que el gobierno les machaca. Supongo que es inevitable, dado su alto e inevitable impacto comunicacional. Tampoco es que el chavismo está descubriendo el agua tibia con estos métodos. Un ejemplo: los "raspacupos". De nada sirve la certeza de que los problemas económicos del país se deben a la mala gestión gubernamental. Eventualmente, después de un rato de campaña del gobierno, escuché a varios de mis conocidos, incluyendo mi familia y amigos, deslizar casualmente en una conversación cosas como "bueno, pero es que la gente también es viva vale, si no estuvieran raspando cupos yo todavía tendría mi cupito CADIVI completo para viajar". En noviembre, dentro de la alarma general producida por los atracos organizados a los negocios venezolanos (ahora llamado "el Dakazo"), escuché y leí cosas como: "bueno, bien hecho, también esos cdsm son unos ladrones". Y de un brochazo, borraron toda la ineptitud del gobierno, se pasaron por el culo todas las leyes de la economía, y se apegaron a la versión del gobierno de que no es culpa de los controles de precios, de importaciones y de cambio, de la ausencia total de seguridad jurídica, de las trabas a la producción y a la importación, de la impuntualidad/ausencia de pago a los proveedores internacionales, sino de los comerciantes que simplemente se apegan a la ley de oferta y demanda. Bien, supongo que algún día quitarán también los semáforos, y cuando las calles sean una culebra mecánica de carros atrapados en el caos, le echarán la culpa a los que se comen la luz. 

Una buena parte de los venezolanos, de todos los lados, se han dedicado en los últimos meses a hablar de amor, de paz, de unión, de inclusión. Mi opinión es que ese momento de inclusión y entendimiento ya pasó, lo dejamos atrás hace varios años. Lo que digan los chavistas? Lo lamento, pero eso ya no importa. Que van a bajar los barrios? Que terminen de bajar pues. Lo que digan las viejas que hablan de fe mientras rezan un rosario detrás del otro? Tampoco importa. Lo que dicen los cretinos de Zurda Conducta? Menos. Que si Capriles o López? Es irrelevante. La opinión personal, la diferencia de criterios, la inclinación política solo son relevantes cuando se trata de una democracia: en este caso maravilloso, cada quien va a votar y listo, al final se sabría quienes son más y a donde se inclina la balanza. Sin embargo, Venezuela, por más que nos traten de confundir, no está gobernada por una democracia. Si acaso, está en una dictadura de la mayoría (oclocracia), con un estado fascista que identifica como enemigo a quien no lo reconozca y acepte con absoluta veneración, y que usa el "doublethink" (*) y "doublespeak" (**) como sus más efectivas armas. (Les suplico, si no han leído 1984 de George Orwell, este es el momento).

No se puede hablar de democracia si no hay separación de los poderes públicos, si el ejército no defiende al ciudadano sino al partido, si el estado es dueño de todos los recursos, si no hay libertad de expresión ni de protesta, si el sistema electoral está viciado. No hablemos de la incomprobable trampa en el momento de contar: hablemos del proceso. El estado tiene control absoluto de todos los recursos del país y los usa descaradamente como una ventaja en su campaña, mientras mantiene un duro control sobre la campaña opositora. Este es el gobierno más populista que ha existido en la historia venezolana. Al mismo tiempo mantiene un férreo dominio sobre los medios de comunicación, usando siempre como excusa el bien común. Las cortes ejecutan órdenes presidenciales, y el presidente tiene superpoderes que le permite tomar decisiones sin consulta previa, como si el país estuviera en guerra. En las últimas elecciones, que se ganaron por un márgen mínimo, los resultados fueron dados como irreversibles sin haber recibido los votos del exterior, por dar un ejemplo chiquito. Pero la gente insiste en seguir votando, en rezar y tener fe y en dialogar y en incluir. No se quejen ahora de que los demás países consideren el gobierno como legítimo y de que la OEA y demás organismos internacionales no tomen decisiones.

Mi conclusión, por lo tanto, es que todo esto de resolver los problemas con amor, y con diálogo, y con rezos, y con velitas prendidas, no sirve para nada, ni a corto ni a mediano plazo. He escuchado todas las versiones y en todas se habla de "convencer al pueblo", porque con el gobierno evidentemente no existe el diálogo. Y de qué sirve hablar con el pueblo, pregunto yo? Si la misma oposición está siendo adoctrinada, hasta donde llega esto en un barrio pintadito de rojo por allá Petare adentro? Donde solo hay fotos de Chavez y de Fidel y del Che? Donde los niñitos pintan en pre-escolar caritas del comandante y los adultos creen que lo que comen es gracias al régimen porque es lo que llevan quice años escuchando? Mientras convencen a uno, ya el estado produjo 500 nuevos, fresquitos, listos para repetir como loros lo que les soplan al oído una y otra vez. De qué me sirve a mi convencer a la doñita del kiosko de que está equivocada, si el gobierno reprime a golpes y a tiros cualquier intento de queja? Cuantas doñitas hay que convencer para que Maduro y su combo dejen sus planes de revolucionarios cubanos de los 70's y encaminen nuevamente a Venezuela hacia el progreso? Las pueden convencer a todas, y seguirá siendo demasiado tarde. Si no me creen, lean un poco de la situación actual del pueblo cubano y disfruten del mar de felicidad de coincidencias y lugares comunes entre los dos países (http://yusnaby.com/)

Yo digo que para incluir a todos, y para hablar de pluralidad y diversidad de opiniones y de todas estas cosas bonitas que son simplemente fantasías en el contexto de una dictadura, primero quitas la dictadura y después incluyes. No al revés. Primero resolvamos el 56% de inflación, 21% de escasez, 25.000 muertos al año, 100% de devaluación de la divisa cada media hora, separación de poderes, libertad económica, seguridad personal y jurídica, etc etc etc, y luego hablamos de amor. Porque cuando termine este gobierno abusivo y corrupto, y haya comida y seguridad en las calles, automáticamente todo el mundo estará incluído, estén o no de acuerdo. A menos que con ese cuento de la inclusión y el diálogo, lo que pretendan es convencer a los barrios de que esta vez si bajen y nos terminen el trabajito.


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(*) Doublethink, o doblepensar:
"Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente. El intelectual del Partido sabe en qué dirección han de ser alterados sus recuerdos; por tanto, sabe que está trucando la realidad; pero al mismo tiempo se satisface a sí mismo por medio del ejercicio del doblepensar en el sentido de que la realidad no queda violada. Este proceso ha de ser consciente, pues, si no, no se verificaría con la suficiente precisión, pero también tiene que ser inconsciente para que no deje un sentimiento de falsedad y, por tanto, de culpabilidad." (Wiki)

(**) Doublespeak:
Doublespeak es un lenguaje que deliberadamente disfraza, distorsiona o revierte el significado de las palabras. Puede tomar la forma de eufemismos, en cuyo caso su función principal es hacer la verdad más digerible. También se refiere a la ambigüedad intencional en el lenguaje o a inversiones en el significado, en cuyo caso disfraza la naturaleza de la verdad. (Wiki)

sábado, 21 de septiembre de 2013

Benvenuti al Sud

Decidimos conocer Florencia. Dos o tres semanas antes, hicimos la reserva del tren y ubicamos un hotel casi sin estrellas pero con la mejor ubicación del mundo (a media cuadra del Duomo). Escogimos un horario cómodo (9 am) para no andar pegando madrugonazos ni carreras, y tratamos de dejar todos nuestros negocios al día. Por supuesto que lo de dejar todo al día no pasó, porque los clientes tienen un olfato bárbaro cuando uno se quiere agarrar un tiempo personal, y dos días antes estuvimos dando carreras y entregando artes finales como locos. Así que salimos para el tren con pocas horas de sueño, a pesar de haber acomodado nuestros horarios nocturnos para las vacaciones, pero tranquilos pensando que podíamos echar un guindecito en el camino. Llegamos con tiempo de sobra a Termini, así que nos dispusimos a desayunar. Lamentablemente, las opciones para comer en la estación son terribles, así que terminamos optando por el desayuno italiano de Mc Donalds, que francamente no es tan malo y es hasta mejor que los paninos viejos que ofrecen los otros negocios.

Nota al margen: mientras desayunaba, estaba observando a un tipo (unos 35 años, bien vestido, con un maletín caro) que metódicamente abría 6 potecitos de mayonesa (no sobres, cajitas), y los vaciaba uno por uno en tres bolsas grandes de papas fritas. El proceso era desconcertante: una vez que vaciaba la cajita de mayonesa con el dedo sobre las papas dispuestas en perfecto orden en la bandeja, el hombre pasaba el dedo una y otra vez a la cajita y lo iba chupando, dedo, chuick, dedo, chuick, 4 veces cada cajita, y finalmente procedía a chuparse ese dedo como un bebé. Cuando su dedo estaba impecable, abría la siguiente cajita y repetía. Era hipnotizante y asqueroso al mismo tiempo, y no podía dejar de mirarlo. 

Finalmente nos montamos en el tren. Estos trenes son como los del Hogwarts Express de Harry Potter: cuartitos con dos asientos largos (3 personas por asiento), uno frente al otro, y un pasillo largo en cada vagón. Los asientos son numerados, y reservamos puesto uno frente al otro en la ventana. Pusimos nuestro equipaje arriba, dejamos un suetercito afuera para apoyar la cabeza, y nos sentamos a esperar a que el tren saliera para dormirnos. Estábamos solos en el compartimiento. Más o menos dos minutos antes de que el tren partiera, comenzamos a escuchar gritos en el andén. Normal en Termini: los gritos son parte del escenario, ya que mueve casi medio millón de personas al día y casi todas van tarde. Pero estos gritos se fueron acercando a nosotros hasta que estuvieron dentro de nuestra cabina: una familia de diez personas (específicamente, napolitanos) viajaría con nosotros hasta Florencia. Habían adultos, adolescentes, niños pequeños, ancianos. Los adultos eran los que más gritaban. Venían con un montón de bultos y maletas y cajas y hasta una cavita de anime, como las que se compran en las idas improvisadas a Higuerote. Pasaron alrededor de quince minutos gritándose entre ellos, entrando y saliendo del cubículo, ubicando y reubicando el corotero en la parte de arriba, mientras yo los miraba alarmada preguntándome como (y sobre todo, por qué) iban a sentarse los diez en los cuatro asientos restantes. Después de unos minutos me di cuenta aliviada que el resto iba en el compartimiento de al lado y que no viajaríamos amuñuñados. El tren partió y esta gente aún no se sentaba: gritos van y vienen, se cambiaron de puesto como tres veces, el niñito más chiquito corría y gritaba como un energúmeno por el pasillo, los adolescentes brincaban, y los adultos sacaban y volvían a guardar cosas de las cajas y de los bolsos sin cesar. Eran dos hermanos con sus esposas, padres e hijos. Las mujeres eran demasiado estereotípicas: gruesas, con vestidos estampados por debajo de las rodillas, cabello corto, papada y sudadas de pies a cabeza, todo el tiempo con un sandwich en la mano. Los papás eran dos bubiripápiri clásicos: pantalones demasiado ajustados para la edad, chemises con el cuello arriba, y pelo engominado. Los abuelos nunca los vi pero me cansé de escucharlos. Los adolescentes eran cuatro ejemplares de Jersey Shore. Eran o anaranjados o de un moreno sorprendente (casi barloventeños), los cortes de cabello eran obras de arte inmovilizadas con litros y litros de laca, y la ropa corría el peligro de ser reclamada por Cindy Lauper y su entourage. Un rato después, los padres determinaron que los adolescentes irían con nosotros y ellos en la otra cabina. En ese momento me pareció la peor idea, asumiendo que los chamos irían gritando y haciendo escándalo todo el camino.

Y es una de esas raras veces en las que estoy equivocada y no lo estoy al mismo tiempo. Los chamos efectivamente gritaron y brincaron durante las cuatro horas de recorrido, codazos y patadas incluídas (a pesar de tener entre 13 y 18 años!), pero quienes tenían un escándalo insoportable... eran los padres! Entraron no menos de diez veces a repartir paninos, los cuales sacaban de la bendita cavita de anime (cuantos malditos sandwiches caben en esas cajitas del odio???), y empezaban a abrir uno por uno, porque los benjamines exigían sabores específicos, y anda tú a saber! había de todo! "Qué quieres bebito? Salami? Prosciutto crudo? Prosciutto Cotto? Salchichón? Salchichón Picante?" Y todo el vagón oliendo a charcutería. Y los niños comían y comían, bocas abiertas, chasquidos, frenillos llenos de pan y de jamón hasta del mes pasado, potecitos de agua ad infinitum, y al final de cada sandwich, inexplicablemente, todos abrian una galleta de soda y se la tragaban también, dejando el pobre cuartito apestoso a sudor, chorizo, grasa y galleta de soda por años. Y cuando el olor empezaba a disiparse (o a mí se me dormía la nariz) volvía la mamma otra vez a repartir sanduchitos. La quería matar. Luego venía el papá repartiendo agua, o el mocosito menor a pegar gritos y a brincar con los más grandes, que después de unos minutos lo botaban arrogantes del cuarto VIP y arranca el crío a gritar y a chillar por todo el pasillo para que lo aceptaran. Y cuando no se andaban apareciendo con comida, andaban gritándose entre ellos o gritandole a los hijos que si estaban bien, que si no necesitaban nada, que si tenían hambre. Los críos gritaban de vuelta y sacaban otra galleta de soda.

De las cuatro horas, solo hubo cinco minutos de silencio, en los cuales me quedé dormida inmediatamente, solo para ser despertada unos segundos después de un codazo por el Guido que iba al lado mío, a quien gustosamente le hubiera metido cuatro Ritalin y media botella de Whisky para que dejara de moverse. Fueron las tres horas más largas del mundo. No hubo volumen de iPod que acallara semejante gallinero. Eventualmente me di por vencida con el tema de dormir y me puse a disfrutar de los interminables sembradíos de girasoles, interrumpiendo de vez en cuando para mirar con cara de culo al dueño de la última patada recibida. Solo puedo comparar este viaje con un Caracas-Madrid en el cual me toco viajar abrazada con una sueca bellísima pero borracha hasta las metras, que se jaló media botella de ron con el novio noruego antes de abordar, y cinco minutos después de despegar ya había vomitado, llorado, y moqueado, para finalmente desmayarse encima mío. No valía que la empujara hacia el otro lado: yo era más cómoda (y seguramente olía mejor) que su novio. Eventualmente la abracé, le puse la cara hacia el otro lado, y me dormí yo también entre vapores de alcohol.

En Florencia hay como cuatro estaciones del tren, y antes de llegar a la nuestra el tren se detuvo en dos de ellas. En cada estación, los muchachos nos preguntaban si esta era la nuestra, y nos daban indicaciones de que teníamos que estar pendientes para no pasarnos. Estaban preocupadísimos por estos turistas silenciosos (cualquier extranjero que no viene de la India o sus alrededores es automáticamente turista en Italia) que seguramente iban a pasarse su parada. Cuando finalmente llegó la nuestra, se despidieron con cariño y nos desearon una buena visita a la ciudad. Tantas amables atenciones disolvieron un poco mis ganas de matarlos.

Total que yo pensaba que iba para el norte, pero terminé conociendo el sur.

viernes, 26 de julio de 2013

El chupacabras, o leyendas urbanas de la practicidad europea

Antes de venirme, recibí cientos de consejos y recomendaciones acerca de lo que debía esperar cuando llegara al viejo continente. Esto, junto con mis propias ideas y preconceptos, me creó cierta imagen mental de lo que debía esperar cuando llegara. Una vez aquí, es divertido descubrir como muchos de nosotros tenemos ideas muy equivocadas acerca de la realidad europea. También es agradable saber que hubo un par de voces que dieron justo en el clavo con sus indicaciones. Evidentemente muchas de las ideas giran alrededor de lo que debo esperar viniendo de un país tropical como es Venezuela, e inevitablemente son una comparación, aunque no es la intención principal.

1. "Aprovecha de comer todas las frutas que puedas, porque allá lo que hay son manzanas y peras".
Falso. 
La variedad y calidad de las frutas en Italia es maravillosa. Ciertamente no se dan 100% de las frutas que consumimos habitualmente en Venezuela, pero estas se consiguen importadas (con el consecuente sobreprecio). En general, las únicas frutas que no abundan son el plátano (que extraño miserablemente), los mangos, la lechoza, el aguacate y la guanábana. Sin embargo, se pueden conseguir en ciertos mercados específicos. El caso del mango es particular, porque se consigue en la mayoría de los supermercados a precios exorbitantes (hasta 8 euros por un mango he visto!). A cambio, se consiguen en abundancia y casi regaladas otras frutas que en Venezuela es difícil encontrar frescas: cerezas, frutas del bosque, clementinas, blackcurrant, fresas grandes como duraznos, duraznos grandes como mangos. Por cierto: las patillas son espectaculares.
El caso de los vegetales es aún más extremo: aquí consigo todos los que antes usaba, más una cantidad de cosas que no tengo ni idea qué son. Mención especial a las berenjenas, que parecen calabazas.

2. "Disfruta tu peluquería y tu estilista mientras puedas, porque en Europa eso es carísimo"
Verdadero.
No voy a decir que las italianas son descuidadas, porque no lo son. En Roma todas andamos desbaratadas, particularmente en los meses calientes, porque entre los trenes, autobuses atiborrados, ventarrones y sudaderas, no hay maquillaje ni peinado ni uñas que aguanten este trajín. Sin embargo, en el aspecto de la atención a los detalles, las venezolanas le dedicamos más tiempo al cuidado personal. En Caracas hay alrededor de 15-20 peluquerías en un solo centro comercial. Mi entourage caraqueño constaba de cuatro personas: mi adorada y extrañada Martha, que me arreglaba el pelo, una chica super agradable que me hacía las manos, un viejito barbudo en Dr. Scholls para el lavado y engrase en los pies, y mi querida estilista, que lidiaba con el exceso de pelos y otras imperfecciones. Mi entourage romano consta de una: yo, que a duras penas y con herramientas de principiante sigo tratando de enfrentar esta maraña de cosas que no dejan nunca de crecer, siempre con mediocres resultados. Ciertamente hay peluquerías, pero son 10 veces más caras y muchísimo más escasas. Y el resultado se nota: es raro ver a una mujer con las uñas pintadas o con unas mechas bien hechas.

3. "Tú eres bilingüe, eso te va a abrir todas las puertas"
Falso.
Aquí ser bilingüe es un requisito mínimo para salir a comprar pan. Hablar tres idiomas es común, a partir del cuarto ya puedes conseguir alguna señal de admiración, pero una puerta abierta quizás la veas en el quinto idioma. En una de nuestras visitas a los museos vaticanos, se nos acercó un "pusher", estos chicos que tratan de venderte una especie de paquete para que pases más rápido y sin colas, etc. (Por cierto, nunca los compren, las colas se mueven tan rápido que aunque parezcan eternas no durarán más de diez minutos. Esto no es Disney). El muchacho nos dice en italiano si queremos el tour. Nos hacemos los que no entendemos y nos repite la pregunta en inglés. Seguimos diciendo que no con la cabeza, así que nos dice: "hablan español?". Seguimos negando, así que nos repite la pregunta en portugués, en francés y en alemán. Al final le dije: "Qué coño haces aquí? Por qué no te vas a trabajar a la ONU???"

4. "Puedes recorrer Europa en un tren con 20 euros"
Falso. (creo que el más falso de todos)
Voy a comenzar por aclarar que aquello de que los trenes son baratísimos es mentira. Es posible conseguir ciertos trenes a ciertas horas reservando con varias semanas de antelación algunas tarifas reducidas. Pero baratos baratos, no son. Es más probable conseguir un vuelo low cost que un tren low cost. Cuando llegué estaba bajo la impresión de que existía algún tren que me llevaría rápidamente de Madrid a Roma, y he escuchado esto mismo de varias personas cuando planean sus viajes a Europa. Son más de 2000 km entre las dos ciudades, y aunque sí se podría llegar en tren, habría que comprar pasajes de tres operadoras diferentes (España, Francia e Italia), incluyendo múltiples trasbordos y calculo yo que unos tres días de viaje, rodando sin parar. Digamos, por lo bajito, que el costo oscila entre 200-300 euros, asumiendo que se cuadraron precios regulares. En avión es una hora y media por 40 euros.

5. "Los helados italianos son los mejores del mundo"
Cierto.
Nada que agregar, pruébenlos y hablamos.

6. "La situación económica en Europa es trágica"
Falso.
Quizás si hubiera vivido en Europa cuando la situación estaba maravillosamente boyante, podría afirmar esto sin lugar a dudas. Pero vengo de Venezuela, y si me pongo a comparar, concluyo que los europeos son unos lloricas. En lo personal aprecio esta cualidad, porque si están chillando porque los autobuses no tienen aire acondicionado y están un poco deteriorados, no me puedo imaginar la matanza si hay escasez generalizada de papel higiénico. Sin embargo, hay un nivel apreciable de desempleo, y la gente está asfixiada con impuestos y malas gestiones, pero los negocios están abiertos, la empresa privada está trabajando a máxima capacidad, y la gente sigue gastando su dinero y tiene acceso a todos los bienes y servicios que necesitan.

7. "Vale la pena pagar impuestos porque ves la retribución en tu vida diaria"
Falso.
A menos que me pavimenten las calles con mármol y los autobuses sean limusinas con tequeños y whisky, no hay manera de que el porcentaje de impuestos que pagan los italianos sea retribuido. Es una locura.

8. "El sistema bancario venezolano tiene que ser el peor del mundo"
Falso.
Eso solo lo dices si no has lidiado con el italiano.

9. "No hace falta tener carro en Europa"
Falso.
Y el que diga lo contrario, que vaya al supermercado a pie arrastrando miserablemente un carrito de compras de viejita a 39ºC con 12 kg de agua más comida. O que cargue un arbolito de navidad, o un mueble, por 2 horas en tres autobuses diferentes. Indudablemente puedes vivir sin un carro, porque los medios de transporte públicos existen y cubren toda la ciudad, pero no es nada cómodo.

10. "Caracas tiene un clima privilegiado"
Cierto.
Aunque en Caracas me quejé eternamente del calor infernal, tengo que admitir que es mucho más fácil determinar la vestimenta del día porque las oscilaciones de la temperatura son bastante pequeñas y el clima nunca es extremo. Aquí puedes tener un salto de 15ºC en un solo día. Y las olas de calor, no hay forma de explicarlas. Siendo lagartija tropical, aquello de agarrar un tren sin aire acondicionado a 43º no se me da muy bien. Y francamente, este ambiente playero que en agosto me hace sentir que estoy en Río Chico, no lo puedo reconciliar con mi estatus de hace seis meses, cuando deambulaba por la casa debajo de cuatro capas de tela. La logística tropical con respecto al clima es inexistente, y nadie ve el Weather Channel porque 26º o 28º es lo mismo y la probabilidad de lluvia es impredecible.

11. "Los venezolanos somos el pueblo más amable del mundo. La gente en esos países es fría."
Falso.
Tal vez lo fuimos hace miles de años, pero ya no lo somos. No nos tratamos bien entre nosotros, mucho menos a un extranjero o a un turista. Tal vez sea por la cultura turística local, por la cantidad de emigrantes que viven aquí, o por la tradición "invasorial" de los italianos, pero hasta el momento solo tengo cosas buenas que decir del trato que he recibido. (Excepto cuando manejo, ese es otro tema).

12. "Venezuela tiene las únicas playas bonitas del mundo".
Falso.
Ciertamente nuestras playas son hermosas, la temperatura del mar es muy agradable, y la arena tiene un bonito color. Pero una ida a la playa también incluye la infraestructura (un baño limpio, por ejemplo), la vía, y los servicios. Como cualquier país con costa tiene playas, hay probabilidades de que alguna tenga la combinación de colores correcta y una temperatura aceptable. Y si a eso le sumas una mentalidad turística y un poquito de cariño por lo propio, pues listo.






domingo, 30 de junio de 2013

Happy Hippies

Contra todo pronóstico, terminamos nuestro primer año en la Scuola. Digo contra todo pronóstico porque todo lo que tenía que salir bien salió mal, y lo que podía salir mal también salió mal. Pero bueno, porfiados como somos, y a pesar de que creíamos que había un chance de no terminar el año (por el futuro incierto del  inmigrante del que ya hemos hablado), arrancamos el curso, mentalizados a disfrutarlo mientras pudiéramos. 

En mi caso, aquello del estudio formal de las humanidades nunca ha estado en mi curriculum, así que prácticamente todo me agarró por sorpresa. El sistema en general me parecía sacado de un museo surrealista. Los profesores todos son como sacados de un sueño disneyano: cada uno es mejor que el otro. Y eso que estábamos conscientes de que eso que ellos nos mostraban era con propósito didáctico y de ninguna manera cercano al mejor de sus trabajos. Sus curriculums son impresionantes: Marvel, DC, Rai, Disney, Bonelli. Hay uno en particular, Massimo Rotundo, que tiene un buff de xp prendido todo el tiempo y uno levelea por proximidad. Un bárbaro en el fumetto italiano, por cierto. 

Por otro lado, la ausencia total de evaluaciones me desconcertaba. Ellos se jactan de trabajar al estilo de estudio de arte antiguo, pero igual, yo vengo de ingeniería caramba, los exámenes ya están escritos en mis genes. Y sin embargo, nada. Tareas de vez en cuando y una constante recomendación: "practiquen, dibujen". Las tareas optativas, además. En una ocasión, apareció uno de los profesores para una "clase especial del Dark Side", y yo con mi tinta negra preparada, pero en realidad era para explicarnos con detalle y profundidad el tema y las características del proyecto final, que entregaríamos en dos meses, y que sería expuesto en el instituto. No solo eso: a partir de ese día, todas las clases girarían alrededor del proyecto, para complementarlo de alguna manera, y para corregirlo. (Pánico). Un par de semanas después, uno de los directores y el profesor de guión, un señor adorable, el viejo más cool que conozco, entró al salón en medio de una clase y dijo como de pasada: "Por cierto, les hablamos del colloquio?" Y todo el mundo: "Nop". "Ah, es una entrevista que les hacemos el último día de clases donde nos traen todo el trabajo que han hecho durante el año y decidimos si van a pasar a segundo año o qué van a hacer". (PánicoPánicoPánico). Al final del año, en una de las clases, apareció la palabra "test", pero después de semejante libertad, lo último que se me ocurrió es que podía ser un exámen. Pero si: esa tarde llegamos con nuestros lapicitos de lo más tranquilos y nos ponen como 30 hojas al frente, y nosotros: "y esto qué es?", y nos dicen: "ah, el exámen final". (PANICOPANICOPANICOPANICOPANICO). Dos partes: teoría y práctica. Teoría en italiano. Casi me muero. Pregunto: "y como cuanto tiempo tenemos?" y me dicen: "una hora para teoría y el resto para la práctica". Casi al borde de un sincope le digo: "puedo responder en inglés? porque si me pongo a responder en italiano termino en diciembre". El profesor se ríe y me dice "mejor en español, se me hace más fácil", y entonces empiezo a respirar de nuevo. Al rato me doy cuenta de que me acuerdo de todo, aunque al principio estaba tan aterrada que ni el idioma lo entendía, y empiezo a resolver. Luego la práctica fue pan comido, eventualmente mientras no pintes un muñequito de palitos nadie te va a patear ese culo. 

La entrega final, por su parte, fue también toda una experiencia para mi. En principio, el tema era bastante libre: Dark Side. El lado oscuro, un millón y medio de referencias, cuatro millones de ideas, y un tiempo y una habilidad limitadísimos para el proyecto. Recuerdo que cuando fuimos a inscribirnos el año pasado estaba todavía expuesta la muestra de ese año, y estábamos impresionados. "Wow", decía yo, una y otra vez, pensando que ni de vaina yo iba a poder hacer algo así en un año. Wow y wow y más wow. Después de barajear como 16 opciones, un día, viendo la tienda de reparación de muñecas que estaba cerca del instituto, pensé que esa podía ser una buena idea. Sin embargo, esa tienda, por más creepy que fueran las muñecas, no era muy aterrorizante que digamos. Sobre todo después de conocer a los dueños, dos viejitos hermosos y dulces que nos hablaron de sus bellas muñecas y del maravilloso clima que estaba haciendo ese día. "Un bel giorno". Le dí varias vueltas, hice varios sketches, pero nada, no me salía.





 Con desesperación empecé a ver a los demás de la clase con proyectos materializados, a medio camino pero ya con forma. Un día uno de los profesores me dijo que mi idea estaba bellisima (a los italianos todo les parece bello o maravilloso), pero que si quería una tienda de verdad inquietante, que me fuera a via di Ripetta. Ese mismo día dos personas más me dijeron lo mismo. Esa misma tarde fui y mi proyecto se materializó ante mis ojos:



Después de varios ajustes en la perspectiva, algunas prueba de diagramación en Illustrator, y media resma de papel, logré montar mi primer borrador: 


El cual tuve que calcar por completo en la hoja final porque mi estrategia inicial de hacerlo a lápiz y luego fotocopiarlo en el folio del proyecto falló miserablemente por razones técnicas.

Finalmente, con todo listo, a entintar. Durante los días de entintado, la casa parecía una sala de operaciones. No había nada fuera de su lugar, todo estaba inmaculadamente limpio, y los vasos con líquidos se mantenían a un radio de no menos de un metro de la mesa de dibujo. Cuando mi esposo entintaba yo caminaba de puntitas y le hablaba solo cuando levantaba el marcador del papel, y viceversa. Evidentemente, durante esos días la carga de trabajo se triplicó porque los clientes huelen cuando uno tiene un proyecto personal, (díganlo ahí, todos los diseñadores del mundo), y los correos explicando la "terrible-enfermedad-que-tenemos-en-estos-días-no-nos-deja-ni-prender-la-computadora-ya-te-atiendo" fueron bastantes. Finalmente, el día de la entrega, a las ocho de la mañana, puse mis iniciales en una esquinita y me desmayé en el sofá.

Esa tarde fue el colloquio, muy amigable, los profesores demasiado amados como siempre, todo les pareció bello y maravilloso, y quedaron francamente sorprendidos con los trabajos impresos que llevamos (de clientes) ya que de tareas, no había tanto que mostrar ya que a falta de obligatoriedad y de tiempo, debo reconocer que la mayoría no se terminaron. No solo pasamos a segundo año con honores, sino que además nos pidieron nuestra tarjeta de presentación y se la embolsillaron muy orgullosos. Esa tarde, por primera vez en semanas, nos sentamos en un bar y nos caímos a cervecitas y a sanduchitos. 

El jueves fue la "mostra", la exhibición de todos los trabajos, en la cual me quedé un rato cerca de mi trabajo disfrutando de los comentarios de la gente emocionada porque reconocían el lugar y decían "che bello" o "maraviglioso", y señalaban alguna muñeca que les daba más escalofrío que otras. Mi esposo también se paró del otro lado a disfrutar de los comentarios de admiración hacia el suyo.


Así que humildemente, (mentira, cargo el ego explotado esta semana!) les presento: "Ospedale delle bambole": (click para ver grande!!!)



Y la de Giulio:





viernes, 31 de mayo de 2013

Pantuflitas de conejo

Me gustaría escribir más. También me gustaría dibujar más, y salir más. Me encantaría leer más y dormir más. Ya que estamos en estas de deseos, podríamos ponerle más horas al día? Me conformo con dos.

En vista de que nunca pudimos conseguir un trabajo honrado en Roma, tuvimos que recurrir a la herramienta que más conocemos y que mejor usamos: internet. En una ocasión, un cliente me dijo que eramos "niños de la tecnología", y pienso que es la mejor descripción que han podido darnos. Después de intentar una amplia variante de alternativas cibernéticas, logramos penetrar las barreras del freelancer principiante y finalmente hemos capturado una cartera de clientes que se retroalimenta a través de reviews y recomendaciones. Lo cual es fantástico, porque pasamos de mirar con desesperación la bandeja de correos vacía (esperando alguna entrevista, así sea para cagarla), a mirar con desesperación una lista de 15 correos no leídos cada vez que lo reviso (cada media hora, dado mi OCD). Prefiero este nuevo estilo, la verdad. 

Hablemos de globalización: somos dos venezolanos viviendo en Italia comunicándonos en inglés con personas de todas partes del mundo. Ingleses, norteamericanos. Un belga casado con una rusa viviendo en Irlanda. Un chico simpatiquísimo de la Isla del Hombre (tuve que googlear). Un portugués, varios canadienses, un sur africano. Una griega adorable, un montón de holandeses y de australianos relajados. Una neo-zelandesa bella, varios indios que me negociaron el precio ad infinitum. Una Vanessa de Kuah (también lo tuve que googlear, mi geografía es terrible). Un chico de las Islas Caimán. Un par de españoles que no hablaban español, un par de italianos que me escribían en italiano y yo les contestaba en inglés porque hacerlo en italiano me llevaba horas. Un fotógrafo de Bucarest con el que hablé hasta de amores porque le encantaba mi acento latino. Y algunos clientes venezolanos, uno con historia eterna, muy querido, y otros nuevos y un poco desesperantes con el tema burocrático. Algunas mujeres super conflictivas. Algunos hombres con complejo de mal jefe. Pero en general, casi todos son pequeños entrepreneurs como nosotros, gente buscando una alternativa al trabajo formal, inventándose negocios innovadores, y tratando de maximizar sus preciados ahorros o de obtener algún ingreso adicional. A algunos los he visto en Skype, con otros converso sin cámara (porque no me voy a vestir y a maquillar para hablar cinco minutos con alguien, que ladilla), pero la mayoría de los trabajos se llevan exclusivamente vía correo, y en algunos casos, puedo llegar a cobrar sin saber si estuve tratando con un hombre o con una mujer. (Es que hay nombres que francamente!) 

Siendo que esta es una empresa recién nacida, todavía el tema de los tiempos no lo manejamos bien. Y con el terror del desempleo todavía fresco, se nos hace imposible rechazar ningún trabajo, sin importar cuan atiborrados estemos. Además somos estudiantes de arte, así que tenemos que reservar un tiempillo así sea para llegar al curso, hacer las entregas obligatorias, y regresar a terminar lo prometido para ese día. Como buenos freelancers vivimos de noche. Nuestro horario de trabajo es de 6 pm a 6 am, un par de murciélagos que dormimos guindados de las vigas durante la mañana. La llegada de la primavera me tiene al borde: cada vez que salgo de día me siento como Drácula cuando le abren el ataúd con ese sol amarillo y esa cantidad de colores brillantes por todos lados, tanto que a veces me provoca bajarle la resolución al mundo real porque he perdido la costumbre de verlo con tanto monitor y luz eléctrica. Ante esta avalancha de trabajo, que se reproduce y muta y se convierte en nuevos trabajos y recomendaciones y contratos fijos, no nos queda tiempo para mucho. Aquello de estudiar italiano o hablar con locales, quedó en stand-by. Nuestra práctica se limita a los días de clases, y la mejora se nota pero muy lentamente. Ya por lo menos los profesores no se ponen rojos aguantando la respiración mientras tartamudeo mi pregunta. Y aquello de hacer amigos (o como me sugiere mi mamá, pararme en una esquina a hablar con la gente a ver si me consigo un play-date), está en un stand-by definitivo, porque ahorita de vaina tenemos tiempo para hablar entre nosotros. Eso sí: el esfuerzo del curso ha dado tímidos frutos, y se puede empezar a ver en mis dibujos cosas que no existían antes, como "proporciones anatómicas correctas", y "perspectiva". Digamos que estoy empezando a entrar en la edad media de mis propias artes.

Sin embargo, y como bien dice el dicho, sarna con gusto no pica. Los diversos trabajos que he hecho en mi vida los he disfrutado (excepto cuando fui residente civil en una obra, eso lo odié). Comercio exterior tuvo su encanto y su glamour: por un lado, me encanta viajar, así sea par ver mil tiendas de cerámica con todos los acentos latinos posibles, y por el otro, me encantaba mi reinado de terror entre los montacarguistas de planta. Cuando trabajé en renders y en interiorismo también lo disfruté, ya que la libertad creativa era inmensa y los resultados asombrosos. Los tímidos comienzos en diseño gráfico también fueron divertidos, ya que tuve que aprender un montón de cosas nuevas y hacer un montón de cursos. Y aún así, el trabajo que tengo ahorita, de freelancer en pijamas con pantuflitas de conejo y café al ging seng a toda hora, ilustrando como loca con la computadora llena de proyectos nuevos y colores, es el mejor trabajo que he hecho en mi vida. Nunca había trabajado tanto, ni siquiera había trabajado la mitad de este tanto, pero por primera vez en mi vida, me da igual si es viernes o no.


Comic tomado de: http://freelanceswitch.com/category/freelance-freedom/

y,
valga la cuña...